viernes, 20 de agosto de 2010

CONTANDO CUENTOS

HORACIO HUEVO

Horacio se llamaba primero, es decir hasta que cumplió los once añitos, aquel chico de barrio, muy pobre y descachalandrado, en el inicio de sus primeros años de estudio, no logrando si no cursar hasta quinto de primaria, ya que fue derrotado por la miseria en la que se encontraba él y su futuro.

De padres casi desconocidos, ya que, al trabajar en el campo o en las minas de un pueblo no muy cercano, o al menos eso le decían, quedaba al cuidado de uno de los amigos de su tío, muerto ya por esas cosas de la vida: se la quitaron en un accidente de tránsito al cruzar una calle en medio de una borrachera, quedando en medio de la vía y con la mirada vaga y perdida en la oscuridad de la muerte.

De sus hermanos no se sabía si los tenía. Mas, acaso importaba una boca más para lamentar aquella situación de tristeza y amargura, la cual se veía reflejada en sus ojos, abiertos, éstos sí, con una gran algarabía y entusiasmo, cuando de fútbol le tocaban el tema, o cuando a la cancha ¨pelada y curvada¨, se dirigía a mirar y, por qué no, a jugar algunos partidos de fútbol, que seriaban sin programación alguna y a distintas horas del día o de la noche.

Al no asistir ya a la escuela, recordaba, a causa de unos supuestos robos de comida ocurrida en varias ocasiones en el restaurante escolar, y por casualidad encontrándose cerca del mismo, y ante la necesidad de encontrar a alguien a quien echarle la culpa, y a causa de su mal olor, ya que la sola idea de bañarse le aterraba, vio desfilar su cuerpo hacia la calle, sin más solución que las mangas y los sitios donde se reunían a jugar, sus vecinos desconocidos y ahora obligados a compartir sus momentos de esperanza en un juego que siempre había jugado, y del cual, pondría, de ahora en adelante, todas sus esperanzas de redención económica y social.

El puesto que ocupaba, cuando jugaba, era de delantero, pero, casi siempre, delante de los defensas contrarios, en posición de ¨huevero¨, lo cual le impedía que sus dribles y jugadas terminasen bien. Era señalado en fuera de lugar, tomando en adelante el apodo de ¨huevo¨, ni siquiera de ¨huevero¨, ya que era tan insignificante y desprovisto de poder ofensivo, que lo humillaban con éste, haciéndolo aparecer como si fuera un jugador muy fuerte y temperamental, cuando apenas tenía fuerzas para saltar a la cancha de fútbol, vuelta una polvareda por el tiempo de verano que azotaba por esos días al barrio.

Dormía donde lo cogía la noche, comía de lo poco que le regalaban aquellos que se compadecían de él.

Una noche, en medio de un partido y el bullicio acompañante, por la esquina de la calle de abajo, aparece a gran velocidad un auto rojo con gran estridencia, ocupado por cuatro sujetos con sus rostros pálidos, atentos al movimiento de sus perseguidores, quienes en un rápido movimiento y tratando de darles alcance, disparando reiteradamente y con tan mala suerte para nuestro pequeño, que una bala perdida le alcanza, dejándolo tirado en el suelo, muerto y mustio, de una, sin ningún suspiro.

Como si nada hubiera pasado, el barrio continuó con su brega diaria, casi desconociendo este hecho, ya que ¨Horacio huevo¨, muy conocido en el barrio, pero más ignorado, ¨sino¨ que lo había acompañado durante toda su existencia, no fue digno siquiera de compasión de aquellos que, cuando son notorias las víctimas rasgan vestiduras, haciendo alarde de solidaridad y compasión, pidiendo justicia a gritos.

En este caso no. A Horacio huevo, lo enterraron, digo lo enterraron por costumbre, ya que yace en un lugar alejado de toda consideración social, en espera que sus restos, por nadie reclamados, lleguen a su lugar de origen, el polvo, no ya de los caminos, sino de los sufrimiento de aquellas personas que nada tienen. Pero, sobre todo, nada esperan.

En la escuela apenas se rumoró la pérdida de la vida de este niño, antaño recorriendo los lugares donde hoy juegan y estudian los hijos de los más acomodados. Pensando, tal vez algunos, que de haber sido más comprensivos, acaso estaría hoy con ellos en el sitio adecuado: las sillas escolares, forjando un futuro mejor para sí y sus familiares, escasos ellos, pero existentes, pudiéndoles quizá, remediar en parte su situación.

En la escuela todo sigue igual. Lo mismo en el barrio.

Solo, de vez en cuando, un perro aúlla a lo lejos, como si fuera asustado por alguien. Pero, nadie le hace caso, ya que tampoco nadie lo escucha: el gran ruido del barrio, es el signo actual de los tiempos.

Todo el mundo corre, llevando sobre sí, todo un mundo de… ¡quién sabe qué vainas!
(PFC)

TALLER REFLEXIVO

Amigo Estudiante:

Al analizar el cuento anterior, Usted debe:

1. Expresar el tema
2. Expresar el argumento
3. ¿Qué parte del cuento cambiaría y por qué?
4. ¿Qué situaciones internas del cuento criticaría?
5. ¿El texto plantea una situación cotidiana o una situación fantasiosa?
6. Opine sobre este texto.
7. consultar en el diccionario las palabras que no entienda.

Presentación: plazo máximo Agosto 27